Carta abierta de Maria Negreponti-Delivani a la señora Christine Lagarde, secretaria general del FMI (en relación con su afirmación de que “los griegos no pagan impuestos”
Continuidad
de los mitos griegos
Carta abierta de Maria Negreponti-Delivani a la señora Christine Lagarde ,
secretaria general del FMI (en relación con su afirmación de que “los griegos
no pagan impuestos”)
A pesar de sus grandes aires extremadamente ofensivos contra Grecia y los
griegos, tan duramente puestos a prueba y a quienes usted reprocha no “pagar
sus impuestos”, lo que explica su antipatía hacia ellos, al declararse más
conmovida por “los niños de Nigeria” que por los niños griegos, quiero creer,
señora Lagarde, que está usted mal informada. Y quiero creerlo, porque desde
hace tiempo mantengo estrechas relaciones con Francia, sus universidades y mis
numerosos colegas economistas; porque siento una profunda estima y una
verdadera admiración por el pueblo francés, por su historia y su cultura.
Por todas estas razones, necesito encontrar una explicación a lo que le ha
hecho olvidar, si tenemos en cuenta su posición, que usted se dirige a un
miembro de pleno derecho de la
Unión Europea y de la zona euro. Me permito también agregar
que el apoyo moral dado día tras día a Grecia por parte de intelectuales
franceses, escritores, estudiantes, analistas y numerosos medios de
comunicación, así como las severas críticas a sus declaraciones por parte del
Gobierno francés, constituyen para nosotros un atisbo de esperanza y una ayuda
preciosa frente al genocidio económico y social que sufrimos en estos últimos
dos años y medio.
Voy, por tanto, a tratar, de economista a economista, de presentarle
algunos elementos que demuestran que sus afirmaciones son infundadas y que los
griegos no solo pagan impuestos, sino que estos son excesivamente pesados y mal
repartidos.
1.
Sobre el fraude fiscal.
El fraude fiscal constituye un fenómeno mundial y no es de ninguna manera
el monopolio de Grecia, pero no se puede negar que está más desarrollado aquí
que en otros países, igual que la economía sumergida —en comparación con la media Europea —. Sin
embargo, si no tuviese usted tanta antipatía —cito sus palabras— contra los
griegos, podría ver fácilmente que este importante fraude fiscal no es debido a
los “griegos corruptos” y que no es posible erradicarlo con los procedimientos
inhumanos y absolutamente ineficaces que la Troika impone a Grecia.
Dirigiéndome a la eminente economista que usted es, no creo que sea
necesario recordarle la importancia primordial, en relación al problema de la
evasión de impuestos, de la particularidad estructural griega. Le remito a los
datos estadísticos oficiales, que indican que Grecia tiene un porcentaje
de trabajadores autónomos dos veces y media mayor que la media de la EU-27
(40,7 % frente al 16,6 % del empleo total). Fíjese cómo esto explica la modesta
tasa de ingresos fiscales en el PIB de Grecia (por ejemplo, en 2000 era del
34,6 % frente al 40,4 % en la EU-27). Tenga en cuenta también que, a pesar de
la baja tasa de ingresos fiscales, la contribución fiscal de los empleados y
jubilados griegos es particularmente pesada. De hecho, esta contribución es
casi dos veces mayor que la de los salarios y pensiones en el PIB,
mientras que la contribución de los autónomos a la carga impositiva total es
netamente inferior a la de sus ingresos en el PIB. Y esto es así porque el
fraude en Grecia se debe, en una gran parte, a la particular estructura del
empleo, por lo que sostengo desde hace tiempo que a pesar de las desventajas de
este sistema, a Grecia le convendría adoptar el impuesto por el consumo, como
ha planteado Nicholas Kaldor, asociándolo naturalmente a un esfuerzo por incorporar
elementos de progresividad fiscal. El fraude fiscal es innegablemente un gran
problema para Grecia. No es posible, sin embargo, combatirlo con reformas
sumarias, espasmódicas y, sobre todo, tan injustas como las adoptadas
sistemáticamente por la
Troika. Usted no ignora que estas reformas, destinadas al
empobrecimiento de los empleados y jubilados, han llevado a una fuerte caída —y
no al aumento, como se esperaba ingenuamente— de los ingresos fiscales en 2011
y 2012. Esto implica, estimada señora Lagarde, que su antipatía hacia los
griegos requiere otra explicación distinta a la de denunciar “los esfuerzos de
los griegos por no pagar sus impuestos”.
En lo que respecta a su compasión
por los niños de Nigeria, la comparto absolutamente. Por ello me hubiera
gustado, viniendo de usted, que hubiera puesto más cuidado para convencer a las
economías ricas de todo el mundo a aumentar la inaceptablemente modesta ayuda a
los países del tercer mundo. Sinceramente, también tengo dificultades para
entender cómo la subordinación de un pequeño país europeo —en este caso
Grecia—, cuyas condiciones de vida son similares a los del tercer mundo, podría
ayudar a los niños de Nigeria. Porque es imposible que no haya notado a dónde
ha llegado Grecia, después de los golpes asestados por los memorandos y los acuerdos de préstamo de la Troika. Por quinto año
consecutivo, en efecto, Grecia conoce una profunda recesión que ha reducido
casi el 24 % su PIB, el desempleo se eleva al 22 %, al 52 % entre los jóvenes,
siete jóvenes de cada diez quieren dejar el país, sueldos y pensiones han
disminuido un 30 %, la pobreza afecta hoy en día al 40 % de la población, una
empresa cada tres está en quiebra, los inquilinos de tiendas y apartamentos se
muestran incapaces de pagar sus alquileres, el estado del bienestar se ha
derrumbado y las personas gravemente enfermas no tienen ya acceso a
tratamiento, la delincuencia ha aumentado bruscamente, el número de suicidios
directamente relacionados con la crisis se ha disparado, los sin techo invaden
cada noche las aceras de las principales ciudades, cada vez más vemos a gente
buscando en los cubos de basura algo que comer y a veces en las escuelas los
niños se desmayan por el hambre. Por lo tanto, tengo derecho a saber si es por
esta Europa por la que yo lucho desde mis años de estudiante.
1.
La continuidad de los
mitos griegos.
Sus palabras sobre los niños de
Nigeria y los griegos, señora Lagarde, no solo son irreflexivas, sino que
suscitan aún más dudas completamente justificadas acerca de las intenciones del
FMI, a cuya cabeza está usted, y de los representantes de la Troika. La cuestión es
saber si, paralelamente al deseo evidente del castigo ejemplar de Grecia, se
prevé un margen para su rescate pero también para que salga de la crisis. Tal duda habría
que rechazarla a priori —eso
espero en todo caso— por simplista o demasiado maliciosa, pero es evidente que,
en el caso de Grecia, esta duda está, desgraciadamente, bien fundada. Porque
—aparte de la triste historia del FMI, conocido por el desastre que acostumbra
dejar tras su paso— Grecia debe, además, contar con reformas ordenadas por la
Troika que parten de un diagnóstico completamente erróneo acerca de los
problemas económicos reales, cuyas dramáticas consecuencias eran previsibles,
antes incluso de su aplicación. Excepto el mito de que los “griegos no pagan
sus impuestos” porque son claramente más corruptos que otros pueblos, los
programas de Troika también se basan en la idea completamente falsa de un
sector público sobredimensionado. Esta idea totalmente gratuita es la base de
las reformas impuestas a Grecia. Esta versión debería haber sido rechazada
desde el principio, puesto que, como ya se ha señalado, el país tiene una tasa
muy alta de trabajadores autónomos en relación con el empleo total y una tasa
muy baja de ingresos fiscales en comparación con la media europea.
Más allá de esta constatación
general, en cualquier caso, hay datos estadísticos irrefutables (de la OCDE),
que indican que el número de funcionarios griegos, como porcentaje del empleo
total, está situado exactamente en la media europea y, lo que es más
importante, en el tramo inferior. Estaría de acuerdo con usted si afirmara que
el sector público griego es ineficiente y debe mejorarse, a pesar de que hay
estudios que consideran el nivel medio de formación de los funcionarios
bastante satisfactorio. Sin embargo, yo no puedo entender cómo la hecatombe de
despidos de funcionarios —de 150
000 a 200 000— decidido por la Troika hará más eficaz al
sector público. En cuanto al grado de corrupción del sector público griego, las
permanentes informaciones sobre fenómenos de corrupción de gran envergadura no
me inclinan a pensar que Grecia esté en cabeza en este asunto. Al contrario,
tengo tendencia a creer que mi país está en la proa de todo tipo de acusaciones
gratuitas, injustas e insultantes y, como no son a
priorirechazadas —al menos hasta el presente—, se han rebasado
todos los límites y todo está permitido.
Otro mito, sobre el que se ha apoyado el pogromo lanzado por la Troika
contra los trabajadores griegos, es “la pereza”, a pesar de los datos oficiales
que muestran exactamente lo contrario: a saber, los griegos trabajan de media
más que el conjunto europeo (38,5 horas por semana frente a 35). Pero la piedra
angular de la política de la Troika, es decir, la reforma de la devaluación
interior, aplicada de manera brutal en Grecia desde hace dos años y medio, no
tenía desde sus inicios ninguna posibilidad de éxito. Esta política, cuyo
fracaso es absoluto, parte del principio de que la bajada del coste de
producción —es decir, de los salarios— favorece las exportaciones y que gracias
al aumento de las mismas el país podría salir de la crisis. Ahora bien,
las exportaciones solo representan el 24 % del PIB griego y es completamente
estrambótico imaginar que sea posible un aumento de las exportaciones capaz de
resolver los problemas del país, sobre todo cuando una parte importante del
aparato productivo se ha debilitado en gran manera. Añadamos que casi la mitad
de las exportaciones griegas se ve sometida a la competencia de productos
ofrecidos también por países emergentes donde los salarios son tan bajos que no
podemos pensar en adoptarlos un día en Europa. Es verdad que se ha observado un
apreciable aumento de las exportaciones griegas, al parecer debido a la bajada
del consumo interior, lo que ha hecho cantar victoria a los defensores de la Troika. Sin embargo,
ya se nota una caída de las exportaciones griegas.
¿Es oportuno repetir que una política que parte de un diagnóstico erróneo
de los problemas con la intención de arreglarlos está condenada al fracaso?
Esto es lo que está a punto de producirse: la economía griega, a pesar de los
sangrientos sacrificios a los que se ha llevado a su pueblo, va de mal en peor.
¡La tasa de su deuda en relación con el PIB era del 115 % en 2009 y se prevé
que se elevará al 132 % en 2020! Excepto que, para entonces, si el régimen
“memorandista” continúa, Grecia ya no existirá, puesto que habrá malvendido la
totalidad de su riqueza pública en nombre de “su valorización”, a un
precio que desafía cualquier competencia.
El callejón sin salida al que la Troika ha llevado a la deuda griega es ya
reconocido e indiscutible en todo el mundo, tanto por los economistas serios
como por la prensa económica. Sin embargo, la Troika se obstina en no ver nada
y en no entender nada, y sus representantes continúan repitiendo los
estereotipos como “Grecia debe aplicar los memorandos al pie de la letra”. Pero
esto no es todo, ya que en vísperas de las elecciones la presión es enorme y cada
día pesa la amenaza bajo la forma del dilema “el memorándum o la vuelta al
dracma”. No obstante, tengo la impresión de que se trata de un falso dilema ya
que son precisamente fuerzas exteriores a Grecia las que elegirán por nosotros.
En efecto, señora Lagarde, los cimientos de la Comunidad Europea
y de la zona euro están fuertemente sacudidos, con España que acaba de
someterse a una especie de tutela —naturalmente mucho más ligera que la de Grecia y, a pesar de
su situación mucho más grave, tal vez porque tiene la posibilidad de no estar
sujeta a su antipatía— e Italia que la sigue, pero también Francia que no está
tampoco muy lejos… Por eso, querida señora Lagarde, espero que usted sea
consciente de que en Grecia ahora es cuestión de vida o muerte la descodificación
de los parámetros y de las implicaciones del dilema en que ustedes nos han
encerrado, pero también la descodificación de sus intenciones reales. Puesto
que es un hecho, estamos destruidos, sin esperanza de paliativo si seguimos
bajo el régimen memorandista, ¿por qué obligarnos a esta elección? Ya que es
evidente que ustedes preparan, en el más absoluto secreto, nuestra salida de la Unión Europea y de
la zona euro, evidentemente bajo las condiciones que ustedes dispongan
(ustedes, no nosotros), ¿por qué razón debemos los griegos permanecer
inactivos? Y si la Europa del futuro va camino de convertirse en la de los
señores y los siervos, ¿no tenemos el derecho de decidir nosotros mismos
nuestra presencia o no en el euro? Pero, además, si esta Europa, que por
desgracia no ha cumplido ninguno de sus compromisos iniciales, se ha embarcado
en una vía funesta, ¿hay alguna razón para que nos preocupemos por sus
compasiones o sus antipatías, querida señora Lagarde, en lugar de buscar cueste
lo que cueste la solución menos mala para nosotros?
Para terminar, soy de la opinión de que los griegos le deben dar las
gracias, ya que la franqueza de sus propuestas, como directora del Fondo
Monetario Internacional, les ha ayudado a saber dónde se encuentran y a tomar
las decisiones adecuadas. Señora Lagarde, usted ha sido franca y directa: usted
no siente ninguna simpatía por nosotros y todo nos lleva a pensar que usted no
es la única… su caballo de batalla no puede ser, por tanto, el salvamento de
Grecia. Entonces, se lo ruego, explíquenos, ¿por qué este chantaje del euro?
Le ruego, señora Directora General, reciba la expresión de mi distinguida
consideración.
Maria Negreponti-Delivanis
Thessalonika, 11 de junio de 2012
Maria
Negreponti-Delivani es doctora en ciencias económicas por la universidad
de la Sorbona, Administradora y profesora de la Universidad de Macedonia,
doctora honoris causa por cinco universidades, Presidenta de
laFundación Delivani.
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Carta abierta de Maria Negreponti-Delivani a la señora Christine Lagarde, secretaria general del FMI (en relación con su afirmación de que “los griegos no pagan impuestos”
Reviewed by Μαρία Νεγρεπόντη - Δελιβάνη
on
Ιουνίου 23, 2012
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